martes, 28 de abril de 2009

El aroma de mi perfume dulce

Tomé mi vestido más lindo, "hoy es el último día", dije mientras me miraba al espejo. Estaba perdida en el brillo de mis ojos, y dentro de esos ojos pude ver mis otros ojos, aquellos que tenían 7 años menos y me llevó el sueño de madrugada a aquella otra mañana. Aquella que no era tan jóven como ésta, cerca de las 10 (ahora son las 7.40 de la mañana y hace mucho frío). Yo estaba todavía con mi pijamas rosado, no quería hacer mis tareas del colegio y trataba de alargar la hora del baño. Con una piel bastante menos vivida, con una alegría bastante más infantil, me miraba al espejo detenidamente. Una hora y otra hora más. De pelo largo, brillaba a ratos por la luz que caía suave, luego mis ojos y el final del final en ellos, mis cejas, mi nariz, mi boca. Me descubría por primera vez en la vida, "Camila, aquí estás".
Hoy, es de mañana fría, me miro al espejo tan detenidamente como aquella vez, y pienso "Camila, quién eres tú?". De aquella niña ingenua queda demasiado, mucho más de lo que a veces quisiera, ese pedacito de cielo con el que me encontraba soñando cuando me perdía entre el espejo y mis pupilas, continúa en mis sueños cuando traspaso mis pupilas y el espejo.
Esa sonrisa sigue llevando sus mayores anhelos perdidos en las comisuras y aunque ahora sean 8 años de aquella vez, esa niña del brillo en el pelo, del momento eterno, de los ojos con su final en el fin, está en ese perfume dulce. Se viene y se va como flores de primavera. Sigo estando ahí, siendo ahí

(por mucho y por más que el tiempo insista en pasar).