martes, 2 de septiembre de 2008

Queríamos. Queremos.

Eres tú y yo ¿Alguna vez lo imaginaste? No? Yo tampoco. Pero somos (eso se supone). Somos.
Te ví ese día, ni atención te puse. Eran tan lindos tus ojos, podía ver tu alma en tres segundos. Cristalinos, puros, simples (tanto como los solía buscar años atrás). Pero no te puse atención. No la suficiente. Era primavera y la primavera de iba. Tantas flores y tanta lluvia. Eras tú, al final.
Pasé en medio de una multitud. No notaba tu reflejo al pasar, estaba con él pegado en la superficie mental, no podía dejar de pensarle, ¿qué hacer? era mi trofeo. Lo ví, era tan lindo. Su sonrisa encantada me encandilaba, en el fondo no era nada, pero era tanto, tanto. Quería sus labios, quería su ser. Me volví insensible por dos minutos. Sólo él. Sólo él. Sólo él. Mientras te hacías cada día más ante mis ojos. Extraña manera de llamar mi atención (sin quererlo).
Y entonces él ya no fue nunca más, despues de serlo siempre. Te hiciste mi febrero, lentamente, obstinada yo, no había respuesta deducible, no querias que me enterara, o no querias enterarte. O que nos enteraramos, tal vez. Entonces debíamos ser. Algo superior a mí lo quería. Desapareció, desaparecí, aparecí, apareciste tú también. Te llamé. Te busqué. Desaparecí. Me buscaste, me hallaste: empezó lo mejor. Empezamos los dos.